¿Y MAÑANA QUÉ…?
Hoy, 31 de marzo de 2020, estamos todos confinados en nuestras casas, todos juntos los que vivimos en casa. Algunos tienen que salir para ayudar a la sociedad desde sus puestos de trabajos, atendiendo su negocio, a sus trabajadores, a sus animales de campo. Todos tienen razones de peso. El resto intenta ocupar sus horas de la mejor forma posible. Los que tienen suerte, teletrabajan; los demás se ocupan de las personas o personitas que tienen a su cargo.
Algunos además tienen la suerte de tener animales de compañía. Y no, no solo me refiero a los perros, sino también a cualquier otro animal que tengamos en casa; pero los perros son el tema sobre el que tenemos más conocimiento, así que nos centraremos en ellos. Vamos a intentar entender un poco más a estos animales y cómo viven ellos lo que estamos pasando. Como reza el título del este texto: «¿Y mañana qué?».
Algunos de nosotros tenemos la gran suerte de poder compartir la mayor parte de nuestro día a día con perros.
Mis pobres perros, antes de todo esto, ya sabían vivir dentro de un caos horario sin apenas rutinas. Lo que sí tenían claro son las horas de la comida, pero no lo demás. No han tenido unas horas fijas de paseo, de juegos, de trabajo… porque a los pobres también les toca trabajar por tener el padre que tienen.
Pero lo que está ocurriendo ahora no es lo habitual. Nunca suelen tener a toda la familia en casa, ya que siempre están trabajando, en el colegio o en la universidad.
¿Qué está pasando aquí para que estén de repente todos metidos en casa? Es como cuando están de vacaciones, pero a lo bestia. Ahora resulta que los adolescentes de casa me sacan a pasear, y además siempre todos están a mi lado y disponibles para lo que yo quiero.
Pero yo veo algo raro, el ambiente no es normal. Todos están con caras tristes y no hay tanto bullicio como es habitual. Pasan el día en chándal y ninguno huele a todos esos olores que me traen de la calle y que tanto disfruto revisando. Salimos más veces a pasear a la calle, pero ratitos muy cortos y no me dejan saludar a nadie y ya no me sueltan en mi parque para correr o jugar. Pero, cuando estamos en casa, jugamos mucho y hacemos todas esas cosas que tanto les gustan, como decirme que me siente o que me ponga a dos patas…todas esas cosas que nos gusta tanto hacer juntos.
La verdad es que no sabría elegir entre salir a la calle o que pasen tanto tiempo conmigo… complicada elección… Las veces que me ha pasado algo parecido suelen coincidir con esos días de calor en los que tampoco tengo demasiadas ganas de hacer nada. Pero, incluso durante esos días, ellos siempre salen y entran. Me hacen el caso justo para ellos (que no para mí), pero siempre van y vienen. Incluso vienen otros humanos a casa: mis abuelos, a los que siempre se les cae «sin querer» algo al suelo; otros adolescentes, de esos que se encierran y no me dejan entrar en la habitación; amigos grandes, que cuando vienen se ponen a comer como locos y yo tengo que poner cara de muerto de hambre para ver si cuela y me cae algo. O si no, nos metemos todos en el coche y vamos a la playa, a un río o a simplemente a dar un paseo. Incluso algunas veces me llevan de campamento a pasar unos días con otros perros. Tengo que reconocer que unas veces me gusta más que otras, pero de todo se sacan cosas buenas. En general, a ellos los veo contentos: sonríen, me dan mimos y todos somos felices.
Ahora todo es diferente.
Esto no es más que un ejemplo, un poco humanizado para que sea más fácil de entender, los cientos de cosas que se les pueden pasar por la cabeza a nuestro perro. Sin embargo, tengo el convencimiento que ellos ven mucho más allá de lo que nosotros somos capaces de percibir acerca del ambiente de una casa o incluso sobre nosotros mismos.
Mi perro, cuando me ve entrar por la puerta, si vengo enfadado, me mira con desprecio y se aleja: «Con esa cara, ni te acerques», cuando simplemente le he dicho: «Buenas noches, cariño». Así que imaginaos lo que llegan a percibir cuando estamos enfermos, cuando somos felices, cuando hay discusiones en casa, y tantas y tantas otras cosas. Todo eso les influye. Ahora, multipliquemos eso por el número de personas que haya en la casa y os podéis empezar a hacer una idea.

¿Qué os quiero decir con todo esto?

Pues que tenemos que pensar en nuestros animales, independientemente de la especie con la que estemos conviviendo. Llegará un momento en que terminará este encierro, volveremos a nuestra vida normal y empezaremos a dejarlos solos otra vez.
Hay que pensar que no podemos pasar de estos días de estar juntos el 100% del tiempo a dejarles solos 8, 9, o 10 horas como si no pasara nada.
Ahora les estamos dando esa «terapia ocupacional» para compensar la falta de actividad física y mental que significa el salir a la calle, una actividad que es básica para que no nos destrocen la casa o nos saquen de nuestras casillas.
Y tengamos en cuenta que nosotros seguramente estaremos mucho mas irascibles cuanto más cerca estemos del fin de este confinamiento.
Sí, tenemos que procurar practicar con ellos ejercicios de pensar y de oler, que resuelvan puzzles o lo que nos enseñen los profesionales. Pero también es fundamental enseñarles a estar solos en casa, incluso estando nosotros en ella.
Es cierto que resulta mas fácil hacerlo si tenemos un chalet que si tenemos un apartamento de 40m2, pero en ambos casos tenemos que trabajar para que aprendan que, aunque estemos todos en casa, no tenemos por qué estar siempre juntos.Tened por seguro que esto será mucho más difícil para nosotros, pero tenemos que hacerlo:
- juegos para ellos en una habitación cerrada
- juegos para nosotros en una habitación cerrada
- pasar a su lado sin hacerles una fiesta continua…
Hay muchas cosas que podemos hacer
No pretendemos deciros lo que hay que hacer, porque cada caso es diferente. Los que tenemos mastines sabemos que hay veces que les sobramos, y los que tenemos perros con otro tipo de carácter (yo, por suerte, tengo de todo) también sabemos lo que puede pasar. Os podéis imaginar lo que puede ser tener un perro que ha pasado una ansiedad por separación, llevar meses trabajando con un profesional y ahora encontrarnos en esta situación que alimentará esa necesidad de compañía.
Solo pretendemos daros algo en lo que pensar. No hay recetas mágicas que sirvan por igual para todos los casos, pero tenemos que pensar en las opciones que tenemos.
A aquellos de vosotros que estéis trabajando con un profesional de la educación canina, que conozca vuestra casa y a vuestros perros, os pueden dar pautas para paliar un poco las consecuencias de esta situación en nuestros compañeros.
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